El cuatro de febrero de dos mil doce mi padre se retiró espiritual y biológicamente de este mundo y partió para siempre hacia el cielo de la memoria. De una u otra manera todos, absolutamente todos tenemos que ver con la partida sin retorno de alguna o algunas personas; hoy dos meses después, lo recuerdo (aunque nunca lo olvido) en sus días e instantes antes de culminar su vida física y arrancar hacia los peldaños de la eternidad, sus ojos profundos que manifestaban el dolor que acompañaba su agonía trataban de expresar de alguna forma su resignación hacia lo inevitable y a la vez con la mirada intensa clamaba porque ese proceso se diera de una forma rápida.
En su aspecto físico fue una persona de talla pequeña, de un gran dinamismo en toda sus actividades, de un corazón hermoso que compartió con cada una de las personas con las que interactuó pero ante todo un comprometido con los intereses de su familia; su idea de riqueza no la centraba en el plano económico sino en dos aspectos básicos para él: amor por la naturaleza y amor por su tierra natal (Santa Rosa - en la Bota Caucana). De lo primero, siempre se mantuvo acupado por la diversificación de semillas, recuperación de aquellas que estaban en peligro de extinguirse y conservar siempre las semillas nativas y conjuntamente con ello y a toda costa la conservación de fuentes de aguas en su pequeña finca y extendiendo consejos a los amigos y familiares para que trataran de hacer lo mismo; de Santa Rosa - qué les puedo decir - seguirá siendo un eterno referente en la historia de la familia. Gracias a mi padre se ha creado un gran sentido de pertenencia con esta hermosa región; cuando alguno de quienes lean este recordatorio y conozcan este aislado rincón del mundo entenderán el por qué.
A Santa Rosa la llevamos en el alma de una manera intrínseca, a nuestro padre en la sangre y en la gran autopista de la memoria ocupa un espacio grande que llega a nuestros corazones día a día y nos recuerda que tenemos el derecho y la obligación constante de amar profundamente a los seres con quienes compartimos pero sobre todo, entregarnos deliciosamente a nuestros hijos. Eso me enseñó mi padre y entiendo que , solo de esa manera haremos que este mundo sea mejor mientras transcurran nuestros días sobre él; gracias mi viejo por acompañar con tus días a los nuestros y solo espero que en el camino de la luz volvamos a darnos un abrazo sin fin .